La experiencia mortalmente cafetera con Tod de hace un par de semanas me dejó pensativa a la par que estimulada. Ese estímulo me ha hecho preguntarme sobre las relaciones humanas; sobre nuestra escala de valores y si ésta está esencialmente bien estructurada; sobre el miedo a la muerte, su desarrollo y su reinado ¿ha existido siempre o ha sido creado y alimentado por acontecimientos y líneas de pensamiento acaecidas hace un par de generaciones?
En fin, ha resultado ser un impulso silencioso que sigilosamente va movilizando algo que permanecía impenetrable, compacto. Un impulso que avanza con coraje abriéndose camino por entre las sombras, desenterrando a la muerte y permitiéndola que aflore a la luz de la conciencia.
Pero la esencia, el motor de todo esto es el intercambio. El intercambio de experiencias e impresiones, de vivencias y sentimientos, de pensamientos, imaginaciones, delirios y miedos.
Porque sólo en el intercambio nos encontramos con los otros y nos damos cuenta de que aquello que nos avergonzaba, nos atemorizaba o nos atormentaba, resulta ser algo normal que ocurre con frecuencia. Y es entonces cuando nos liberamos de lo que nos subyugaba y encontramos el alivio, encontramos la comprensión.
De esto trata la iniciativa desarrollada por Bernard Crettaz, sociólogo suizo y padre del “Café mortel” que, sabedor del oscuro estancamiento que rodea a la muerte, decidió iniciar un movimiento que “liberara a la muerte de la tiranía del secretismo” y “sacara a la muerte del silencio” (Crettaz, B.) proponiendo la creación de un espacio que ofreciera la posibilidad de hablar sobre la muerte en un entorno normalizado.
Así surgió el primer “Cafe mortel”, en el que personas completamente desconocidas se reúnen en un espacio abierto y respetuoso para discutir sobre la muerte tomando un café y comiendo tarta.
En 2010 esta iniciativa llegó a oídos de Jon Underwood, quien decidió apoyarla iniciando el primer “Death cafe” en Reino Unido con el soporte de la psicoterapeuta Sue Barsky Reid. La acogida fue tan buena que pronto surgieron interesados. Empezó a correrse la voz y Jon y Sue, ante la demanda, tuvieron que desarrollar una guía para que las personas pudieran abrir su propio “Death cafe”.
Hoy esta iniciativa está naciendo en Alemania, uniéndose al impulso de Suiza, Francia, Reino Unido, Australia, Canadá, Nueva Zelanda e Italia, donde ya existen más de 200 “Death cafes” a los que asisten más de 3000 personas.
En Berlín, el primer “Cafe Tod” reunió a más de 50 personas. Para el tercero se esperaban a más de 100, habiéndose recibido decenas de llamadas de personas interesadas en abrir un “Cafe Tod” por toda Alemania
El hilo corre y lo hace rápido. Aquí va mi tironcito con la esperanza de que el impulso llegue hasta España.
Para más información:
http://deathcafe.com/
Texto: María López Aragón
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